
Un reflejo distraído
rebota en el cristal
convertido en involuntario espejo.
Dentro está oscuro.
Al fondo, muy al fondo,
los ojos grises asomándose
entre opacas cataratas,
escudriñan la pared
escondida bajo la costra de cuadros,
fotografías, recuerdos…
que se hunden bajo el goteo de sombra
que va cubriéndolo todo.
Un rayo de luz se asoma
y da la vuelta.
Los ojos mates
no tratan de ver entre la bruma
que lo vela todo.
Ya saben lo que hay detrás.
La última gota de sol
resbala por el cristal de la ventana
que se cuelga sobre el patio profundo
aguantándose el vértigo.
Nadie la oirá caer.
Tras la ventana
ya es de noche.
