viernes, 29 de octubre de 2010

DESIERTO I






Las espinas se secan alrededor de la mesa…

Un soplo ardiente alza una servilleta
que cae temblando entre los silencios que,
frente a frente, se miran sin verse.

Rosas del desierto ruedan entre las mesas,
enredándose en los pies de los beduinos
con pajarita,
que las apartan a patadas.

El oasis de una bandeja de aluminio
refleja un sol halógeno.

Las dos cabezas ciegas
siguen ahí:

Ante su oasis seco de café negro
y palmera.

El desierto vertical se alza
como un muro ondulante y traslúcido.

Un simún ácido de tabacos
forma remolinos de serrín que se apila
en las esquinas.

Las palabras arañan,
se enganchan en la laringe.

No hay agua que las ayude a avanzar.

Ella escruta nerviosa el plano
de la carta de cócteles
con la esperanza de descifrar las claves
que la guíen a la salida.

Pero cuando alza la vista,
los ojos del lagarto
repiten:

“ESTA USTED AQUÍ”.