viernes, 20 de noviembre de 2009

UN LUGAR LLAMADO OTOÑO




El espejo del suelo
refleja el plomo.

Un disco rojo de cobre
tiembla.

Hilachas de algodón
vuelan altas.

Camino.

Cae una hoja
y se pega ante mí.

La salto.

Pero otra se me cruza.

Al lado,
otra.

La evito
mientras ya otra me corta el paso.

Van cayendo,
una a una,
dos a dos…

Camino en zig-zag
entre el traje de hojas
que va vistiendo mi camino.

Mientras veo
como se monta el puzzle.

El suelo aún brilla.

Quedan trozos de sol mate
y chispas de charcos fugaces.

Pero caen más hojas.

A mi alrededor,
solo madera vieja.

Bajo mis pies,
hojas.

El otoño
con manos de sastre
desnuda los viejos árboles
y juega con sus retales.

Cose un “patchwork”
para arropar la tierra.

Mientras la madera tiembla,
las hojas sueñan,
y los dedos del sastre
completan su trabajo,
parche a parche,
puntada a puntada.

La Tierra,
arropada,
duerme.


2 comentarios:

E. Martí dijo...

Duerme la tierra acariciada por el tapiz de hojas que se rinden tras el vuelo. Una maravilla de viaje hacia el colchón cotidiano de la realidad hecha baldosa.
Besos otoñales, prima

Candi dijo...

Qué lindo tu sastre de otoño.

Con esas hojas caídas has elaborado una manta que arropa la frialdad del suelo.

Te imagino saltando para no pisar las hojas, tanto de frente como en zig zag.

Ya he leído tres trajes de otoño y todos son magníficos.

Un beso

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