domingo, 13 de diciembre de 2009

EL PARQUE VACIO




El parque
sabe a sol.

Los niños lo prueban
y juegan con sus rayos.

Rayos de sol
que se enredan
en los peldaños del tobogán
de ida
y vuelta.

El parque sabe a sol,
a savia verde,
a regaliz de palo…

Los columpios
recuerdan el calor de las manos
de los niños invisibles,
mientras se tambalean
en el viento inseguro.

Las flores exhalan su aroma
a piruleta
y los balancines
dibujan escuadras imposibles.

El parque huele a sal.

Las palomitas calientes
crujen bajo mis pies,
mientras un aura de tos
me envuelve como un mundo.

Mi mundo.

Lamo el sol
que se refleja en el surtidor.

El parque es un helado
de limón,
frío y brillante,
solo para mí.


4 comentarios:

Jesús Sevillano dijo...

El parque sabe a sol que calienta, a sal que alimenta, y conserva vivos los recuerdos de la niñez algo lejana ya...
He estado algo ausente, pero me encantanta entrar en tu blog y leer tus poemas.
Un abrazo

Candi dijo...

Ese parque que sabe a sol,
a piruleta,
a flor,
a balancines.
Tiene que llenarse
de niños revoltosos.
Lindo poema.
Besos

gaia56 dijo...

El parque cuando no sabe a sol sabe a soledad. es curioso que los días de lluvia sólo algún paseante solitario se cobija en ellos.
Tu parque me trasladó a los juegos infantiles de mis hijas y las horas de parque que disfruté.
Un beso

Anónimo dijo...

Insólito recuerdo el de tus verdes amapolas de incierto querer.
Insólito recuerdo tus amarillas pupilas cubiertas de jazmín interior.
Insólitas tus ramas sin asidero.
Insólitos tus cierzos punzantes como ladrillos humeantes.
Desde entonces ya no voy.
Desde entonces ya no sirvo lo que servía entonces
porque entonces tú eras tú y yo no era todavía el yo que tú sabes.
Ese yo que quisiéramos necio y aburrido.
Ese yo azul desesperado.
¡Llanto de tantas noches de soñar cáñamos
y no ver más que estrellas!

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