Piso la alfombra
y cede,
y cede más.
Me hundo
entre la lana
caliente
y el crujir
de maderas.
Me hundo
rodeada de flecos,
de flores,
de migas.
Huele a estufa,
a zapatillas,
a café.
Los nudos me abrazan
y sigo naufragando,
el algodón al cuello.
La trama pasando
sobre mi cabeza.
Me sumerjo
y se cierra sobre mí.
Y no queda nadie
en el salón.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentarios:
No queda nadie en el salon pero te acompañan todos los fantasmas posibles.
Me gusta
Publicar un comentario